En lógica, se denominan como argumento ad hominem (del latín ‘contra el hombre’)[1][nota 1] o falacia ad hominem varios tipos de argumentos, muchos de los cuales considerados falacias informales, que consisten en refutar una afirmación en función del carácter o de algún atributo del emisor de la afirmación, en lugar de analizar el contenido sustancial del argumento en sí mismo.[5][6] Generalmente sigue la siguiente estructura: «A afirma x; B afirma que A tiene algo cuestionable; luego, por extensión, B afirma que x es cuestionable». La conclusión también suele indicar que lo que afirma A no merece ser tenido en cuenta.
Es una de las falacias lógicas más conocidas. Tanto la falacia en sí misma como la acusación de haberse servido de ella (argumento ad logicam) se utilizan como recursos en discursos reales.[7] Como técnica retórica es efectiva, y tiene como objetivo persuadir de una idea a personas que se mueven más por sentimientos que por la lógica;[8] se atacan, así, no los argumentos propiamente dichos, sino a la persona que los produce y algunas de sus circunstancias, como origen, etnia, educación, riqueza (o pobreza), estatus social, moral, familia, etcétera.
Historia
Antigua Grecia
Los diversos tipos de argumentos ad hominem han sido conocidos en occidente desde al menos la antigua Grecia. Aristóteles, en su obra Refutaciones sofísticas, detalló la falacia de poner bajo escrutinio al cuestionador en lugar del argumento en sí mismo.[10] Su descripción era algo diferente del entendimiento moderno, refiriéndose a una clase de sofistería que aplica una pregunta con un lenguaje ambiguo acerca de las personas a una persona específica. La refutación adecuada, escribió, no es debatir las características de la persona (solutio ad hominem), sino abordar la ambigüedad original.[11]
Muchos ejemplos de argumentos ad hominem no falaces de la antigüedad se conservan en las obras del filósofo pirrónico Sexto Empírico. En estos argumentos, se utilizan los conceptos y supuestos de los oponentes como parte de una estrategia dialéctica en su contra para demostrar la falta de solidez de sus propios argumentos y supuestos. De esta manera, los argumentos son dirigidos a la persona (ad hominem), pero sin atacar las propiedades de los individuos que hacen los argumentos.[12]
Siglo XVI en adelante
El polímata italiano Galileo Galilei y el filósofo británico John Locke también examinaron este último tipo de ad hominem no falaz, examinar un argumento en función de si se ajusta a los principios de la persona que lo presenta. A mediados del siglo XIX, el entendimiento moderno del término ad hominem comenzó a tomar forma, con la definición dada por el lógico inglés Richard Whately. Según él, los argumentos ad hominem son los que están «dirigidos a las circunstancias peculiares, el carácter, las opiniones declaradas o la conducta pasada del individuo».[9]
A lo largo del tiempo, el término adquirió un nuevo significado. A principos del siglo XX, fue vinculado con una falacia lógica, en la cual un debatiente, en lugar de refutar un argumento, atacaba a su oponente. Esta aproximación también se popularizó en los libros de historia de mediados del siglo XX, pero fue cuestionada por el filósofo australiano Charles Leonard Hamblin en la segunda mitad del siglo XX. En una obra detallada, sugirió que la inclusión de una declaración contra una persona en un argumento no necesariamente lo convertía en un argumento falaz, ya que esa afirmación no es una premisa que conduzca a una conclusión.
Aunque las críticas de Hamblin no fueron aceptadas mayoritariamente, el filósofo canadiense Douglas N. Walton examinó aún más la cualidad de falacia del argumento ad hominem.[13] En la actualidad, excepto en usos filosóficos especializados, el uso del término ad hominem denota un ataque directo a la personalidad y ética de una persona, en un intento de refutar su argumento.[9]
Tipos de argumento ad hominem
Argumento ad hominem abusivo
Se comete al atacar el carácter de un individuo, su inteligencia, su integridad cuando esto es totalmente irrelevante para la falsedad o verdad de lo que dice una persona. Por ejemplo:
Además de ser falaz es contraproducente, porque resulta difícil retomar un diálogo después de un ataque personal.[14][15][16]
Los problemas clave al examinar un argumento para determinar si es o no una falacia ad hominem son si la acusación contra la persona es verdadera o no, y si la acusación es relevante para el argumento. Un ejemplo es un diálogo en el tribunal, cuando se presenta un testimonio y se demuestra que quien lo emite es probadamente un perjuro, este argumento puede invalidar el testimonio. Sin embargo, para no incurrir en una falacia es necesario mostrar que es un mentiroso a partir de la pauta de conducta que hasta entonces ha seguido el testigo, o de la inconsistencia del testimonio presentado.[17][2]
Argumento ad hominem circunstancial
Se comete cuando se ataca directamente el carácter del argumentador, se llama la atención sobre una inconsistencia en las circunstancias personales del defensor (sus compromisos) y el contenido de su argumento o posición como una forma de cuestionar su sinceridad o credibilidad. Así la conclusión de un argumento es rechazada solo por el empleo, escolaridad, nacionalidad u otra circunstancia de quien la propone.[18][19]
Podría ser falaz porque una disposición para hacer cierto argumento no lo convierte en inválido; esto se superpone con la falacia genética (un argumento que afirma que una afirmación es incorrecta debido a su origen). Pero también puede ser un argumento válido si las premisas son correctas y el sesgo es relevante para el argumento.[20][19]
Tu quoque
Estructura del argumento
Falacia de asociación
Ejemplos
Ejemplos de argumentos ad hominem falaces
- «¿Qué puede saber un sacerdote sobre los hijos, si no ha tenido ninguno?»
- «Turing piensa que las máquinas piensan. Turing es homosexual. Por tanto, las máquinas no piensan.» (Silogismo que aparece en una carta escrita por Alan Turing, debido al rechazo social que recibió por ser abiertamente homosexual; le preocupaba que los ataques hacia su persona se utilizaran para descalificar su trabajo en inteligencia artificial).[21]
- «Tú dices que este hombre es inocente, pero no eres creíble porque tú también eres un criminal.»
Ad hominem en la literatura clásica
Los clásicos denominaban al argumento ad hominem con la expresión argumentum ex concessis, es decir, que usa en su favor los argumentos «aceptados» o «concedidos» (ex concessis) por el interlocutor. Fue John Locke, creador de los argumentos en ad, quien lo renombró como ad hominem. Un ejemplo muy conocido es el de Tito Livio refiriéndose a la forma en que Aníbal persuadía a sus hombres:
Por ejemplo, como señala Arthur Schopenhauer parafraseando a Aristóteles, si el interlocutor «es partidario de una secta con la que no estamos de acuerdo, podemos utilizar contra él las máximas de esa secta como principia».[22]
Los tratadistas consideran que el argumento ad hominem es un recurso que se utiliza con fines prácticos, en discusiones filosóficas, jurídicas, políticas, etc., siempre que se pretende persuadir a alguien de algo, lo cual exige compartir con el auditorio algunas de las premisas, aunque sea de forma solo teórica:
Falacias similares
- Argumento ad verecundiam: se intenta demostrar que algo es verdadero porque tiene prestigio quien lo dice.
- Argumento ad lazarum: se intenta demostrar que algo es verdadero porque quien lo dice es pobre, o que algo es falso porque quien lo dice es rico.
- Argumento ad crumenam: se intenta demostrar que algo es verdadero porque quien lo dice es rico, o que algo es falso porque quien lo dice es pobre.
- Falacia del espantapájaros (falacia del hombre de paja) · se introduce en la conversación un nuevo argumento que no tenga relación, y se lo rebate.
Notas
Referencias
Bibliografía
- Copi, Irving (2013). Introducción a la Lógica. México: Limusa.
- Walton, Douglas (1998). Ad Hominem Arguments (en inglés). University of Alabama Press.
- Walton, Douglas (2001). «Searching For the Roots of the Circumstantial Ad Hominem». Argumentation (en inglés) 15 (2): 207-221.
Véase también
- Lista de prejuicios cognitivos
- Locuciones latinas
Enlaces externos




